La pintura española - Tercer volumen - Goya, los frescos de San Antonio de La Florida
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En 1798, Goya decoró la cúpula y las bóvedas de la ermita dedicada a San Antonio de Padua, que acababa de ser construída a la orilla del Manzanares, paseo favorito de los Madrileños. Se le encargó que representara al santo en el momento en que resucita a un muerto, para que éste pueda declarar inocente a un hombre injustamente acusado de asesinato.
Habiendo recibido amplia libertad para realizar a su gusto esta obra, imagina para la cúpula, una composición circular animada en extremo. El milagro se produce ante una multitud en la que el pintor ha representado los tipos humanos más característicos, mientras puebla los arcos y las bóvedas laterales con ángeles de hermosos rostros carnales y rutilantes vestiduras. Goya se entrega al trabajo con verdadero frenesí, haciéndose conducir al lugar por un coche que le lleva a la madrugada y le recoge a la noche completamente agotado. Le bastaron ciento veinte días para terminar la gran decoración mural.
En esta obra, en que se anuncia ya toda la pintura moderna, se muestra más libre, más potente que en ninguna otra, haciendo resplandecer toda la riqueza de su arte.
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