Gómez, el amo del poder
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Un libro sobre Gómez es una marcha por camino lleno de di-ficultades. Ante todo, el hermetismo del personaje. Avaro de las pala-bras, Gómez las ahorró hasta la obstinación. De él quedan los Mensajes al Congreso o los oficios burocráticos que eran redactados por los escribas de turno. O recibos que enviaba a sus Administradores. Son parcos papeles comerciales que esconden tenazmente la psicología del sujeto. De su época y de su actuación han subsistido páginas que llenarían una biblioteca. Pero nada allí, en esos documentos entrega un rasgo íntimo, una ocurrencia personal que abra grietas para llegar al alma de Juan Vicente Gómez. Como él fue tan distinto a los vehementes caudillos de Venezuela que se dejaban traicionar, hasta en sus Mensajes más solemnes, por el impromptu emocional la búsqueda se convierte en algo muy parecido a la tarea de los arqueólogos cuando se enfrentan a las más perdidas civilizaciones.
La personalidad de Gómez no puede estar ausente de un enfoque acerca de la época que él señoreara desde su retiro de Maracay. El hombre hace la Historia. No creo en esos estudios científicos que reducen el análisis del pasado a una especie de cazabe donde sólo aparecen las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Si los seres humanos fuésemos robots bastaría esa supuesta ciencia para reconstruir el proceso de las sociedades.
Fuente: Extracto de la Introducción (Pág. 5)
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