Muros de Venezuela

Cuando el hombre no está ya solo dentro del gran rebaño de los hombres, cuando establece grupos, cuando es pueblo y familia, levanta muros. O los encuentra hechos en la caverna, en los huecos de la tierra abierta en protección como forma del seno materno. Ya esos los más antiguos muros fueron grabados y pintados para incorporarlos a otrosmundos del sueño.

"Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre t brazo", dice en la Biblia la mujer y - en forma contraria, pero de intención pareja- el hombre que bace el muro de su casa, sella y marca la materia basta trasladarse a ella y hacerla suya desde la superficie basta la intima carpintería.

La casa, la fortaleza defensiva, los templos son afirmaciones de estas marcas del hombre. El muro quiere ser permanente. Si lo comparamos con la mano humana, ésta pasa a ser el temblor de lo efímero ansioso de eternidad: como las alas de una mariposa que se apoya un segundo antes de lanzarse al vuelo del misterio.

El muro queda allí; aún el más deleznable está pensando que dure más que una vida; se deja sobre la tierra como una huella, como el peso del amor.

Puede ser en algún caso muy poco más que el hombre que lo hizo. Apenas levantado, desgasta su cutis, se le rompe la piel, agrieta su pellejo como si entrara en la vejez; sufre los roces como los seres que lo construyeron. También soporta los adornos de su fabricante; se enciende en los colores más violentos. Puede ser blanco espejo del sol, exacta llama blanca, bien clavada ante los paisajes de arena o agua azul, de yerbas o de selva o de montaña, pero también recibe rosados y amarillos, poderosos carmines y violetas y los rasgos que son como pequeñas caricias frívolas. Aquí estuve yo, dice alguien con voz que viene de muy lejos.

En algunos muros, se ha detenido el tiempo. El tiempo se ba apoyado contra ellos como el viento de la vida, como una terrible ala de agudas plumas terribles, como el pico insaciable de un pájaro desconocido; como un montón de garras de afiladas uñas que quisieran destruir el deseo de permanencia.

Pueden ser esos muros muchas veces como un rostro donde luchan las luces y las sombras del deseo y del olvido, de la memoria en trance de destrucción.

Y son gravemente hermosos como el más bello rostro- justamente porque en ellos se hallan esas voluntades contrarias que, juntas se enredaron en el gran viento del tiempo.

Fuente: Extracto de la Introducción del libro por Guillermo Meneses